Emplazada sobre la zona más alta de la rampa de ascenso por el Este a la altiplanicie donde se asienta Posadas, ocupa un lugar privilegiado de control visual desde el Llano de Jesús y en un importantísimo cruce de caminos.
Aunque tenemos constancia de su existencia desde el Siglo XVI, esta Ermita ha tenido distintos nombres que, junto con los hallazgos arqueológicos visigodos y las conducciones de agua que llegan a ella, nos hacen dudar sobre si pudo haber tenido un origen o uso anterior a esta fecha. Entre los nombres que pudo haber tenido destaca, para la comunidad científica, el de Ermita de San Sebastián, mártir cristiano.
La vinculación visigoda con las construcciones rituales cristianas resulta obvia en otros pueblos y ciudades, lo que nos abre un magnífico campo para la investigación histórica conociendo de la existencia de un asentamiento tardoantiguo en la zona.
El templo ha sufrido innumerables reconstrucciones y se le han concedido varios nombres. Se cree que ha recibido el nombre de Ermita de San Sebastián, de Jesús Nazareno o de La Salud pero el que ha perdurado ha sido el de Ermita de Jesús.
En 1634 se cerró al culto por su estado ruinoso y fue reabierto en 1644 y delimitada una huerta de dos fanegas al norte de la misma para sufragar los gastos de ésta por D. Diego Fernández de Córdoba, primer Conde de Las Posadas.
Cuenta la Leyenda que en 1658, en pleno brote de Peste en la provincia de Córdoba, un carro proveniente de Granada con otra dirección pasa por Posadas portando la imagen de una virgen. A su paso por la inmediaciones muere el animal que tira del carro y deciden alojar la imagen en el templo. Desde la llegada de la imagen se detiene la epidemia en la localidad por lo que los habitantes deciden que es a causa de este hecho y no dejar continuar su camino a la imagen. Este mismo año se solicita al Obispado de Córdoba que se le denomine como María Santísima Nuestra Señora, con el título de La Salud, y posteriormente se solicita el Patronazgo de la misma en la Villa de Posadas.
En 1755, con el terremoto de Lisboa, se ve afectada su fachada y campanario aunque no impide la continuación de su culto. Cuenta otra leyenda que en este terremoto la techumbre del templo aprisiona a un niño, el cual resulta ileso tras su rescate, con lo que se amplían los actos milagrosos de la imagen de la virgen.
En 1786 volvemos a encontrar indicios de su abandono y estado de ruina por los testamentos encontrados donando dinero para su reconstrucción.
Aunque ignoramos el autor que emprendió la obra, tenemos indicios de influencia sevillana en su arquitectura que, por su proximidad, no resulta sorprendente.
En la actualidad se nos presenta como un templo barroco con forma de cruz latina de 20,35 x 11,75 en cuyo crucero remata una bóveda semiesférica apoyada en cuatro pilares de perfiles de curvas compuestas con una altura de 18 metros.
Su fachada está enmarcada en su cuerpo inferior por dos grandes pilares adosados rematados por florones. Otros menores conforman la portada que soporta un frontón semicircular partido, de donde surge de nuevo el mismo esquema arquitectónico que encuadra un azulejo de la virgen culminado por un frontón a modo de florón.
El segundo cuerpo es una espadaña con tres vanos, enmarcados por pilares adosados, para las campanas bajo las cuales se presenta una lucerna flanqueada por yesería. La espadaña se presenta rematada por una veleta con la figura de un ángel.